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Fotografía proporcionada por la entrevistada por ser una imagen que le regaló una de sus alumnas |
La gelatina es mi vida, es la historia de lo que he construido
Jenny Gelatinas Artísticas es el nombre del emprendimiento de una mujer y madre de dos hijas que transformó la necesidad en amor y el oficio de las gelatinas en una pasión, su nombre: Jeny Estrada. “La gelatina es mi vida, porque empecé con mucha necesidad. Yo recuerdo que, con mi niña de dos meses, salí a la carretera a venderlas. La gelatina es la historia de todo lo que he construido”, afirma entre firmeza y ternura, como quien sabe que cada paso de su camino ha estado marcado por este postre que, en sus manos, se convierte en arte.
Conoció los productos Duché desde el inicio de su recorrido. “Yo empecé con la marca por la grenetina, porque la verdad era la que me salía más económica, vi que tenía buena consistencia y me gustó manejarla”, recuerda. Poco a poco fue integrando más productos como las esencias o concentrados: “Me pedían saborizantes, me gustaba porque tenían más sabor y olor, además de que el precio estaba accesible a lo que yo estaba invirtiendo”, y agrega, “he probado otras marcas, por ejemplo en el sabor de chocolate, y saben a caramelo. En cambio, con Duché realmente sabe a chocolate, y hasta mis clientes me lo dicen”. Sobre los colores, comparte: “me encanta cómo queda, porque si un cliente me enseña una foto y me pide un tono en específico, yo lo puedo hacer con mis colorantes en gel”. Las Gelatinas Duché han resultado una novedad para ella y cuenta: “Me fascinó, de verdad. Facilita mucho el trabajo, queda perfecta.
Más allá de las técnicas y sabores, Jenny comparte un mensaje que se ha convertido en lema de vida: “Si te gusta tu trabajo, jamás vas a tener que trabajar en la vida. Eso lo digo siempre, porque es verdad”. Consciente de que emprender no es un camino fácil, insiste en la importancia de la paciencia y la constancia: “En el mundo de las gelatinas, como en cualquier trabajo, hay caídas. A veces te tienes que quedar en ceros para poder levantarte, pero los resultados no llegan de inmediato, llegan con tiempo y dedicación”.
El comienzo de una transformación de vida
Jeny tenía diecinueve años cuando decidió vender gelatinas para sostener a su hija. “Salí a vender en la calle porque era lo que había. Luego, cuando ya tenía un trabajo formal, las seguía haciendo como una afición. Pero me gustaba tanto que tomé un curso de gelatinas artísticas, y ahí entendí que esto era lo mío. Dejé mi empleo, aunque ganaba bien, por dedicarme a emprender”.
El gusto por ver la reacción de la gente fue determinante: “Cuando entregaba las gelatinas, me decían: es que están bien bonitas. Y yo les decía: además de bonitas, pruébelas. Cuando me respondían que estaban ricas y me pedían otra, ahí fue cuando dije: esto es lo mío”.
Hoy, su taller es también un proyecto familiar. “Tengo dos hijas y en las temporadas altas ellas me ayudan. Ya saben hacer gelatinas, incluso la más pequeña sabe inyectarlas. Yo le digo: tú inyecta y yo hago esto, y así lo resolvemos en equipo”. Recuerda con emoción lo que una de ellas le dijo un día: “Mamá, si algún día no tengo para comer, yo sé hacer gelatinas. Y yo le contesté: exacto, hija, de hambre no te vas a morir”.
A lo largo de su camino ha tenido que aprender a valorar su trabajo. “En la Ciudad de México la gente paga lo que valen, pero en el Estado de México no siempre es así. Me costó aprender a dar precios justos, a convencer a la gente de que mis gelatinas no son como las que se compran en cualquier puesto. Incluso tuve que regalar muestras para que probaran. Pero una vez que la gente ve el trabajo y lo prueba, entiende el valor”.
Generosidad con una misión
Su generosidad se extiende más allá del negocio. Además de clases particulares, Jeny dedica tiempo a una causa especial: “Doy talleres en una fundación para mamás que tienen niños con cáncer. Lo hago de manera voluntaria, porque me encanta ver cómo se distraen, cómo aprenden algo que incluso les puede ayudar a costear tratamientos. Esas clases me llenan más que las que me pagan. Siempre digo: aquí nadie tiene nada comprado, y cualquiera podemos estar del otro lado”.
Mucho más que gelatina, el significado de una vida
La enseñanza que ha querido dejar en sus hijas y en quienes la rodean es clara: “Paciencia, perseverancia y amor por lo que haces. Si tú das amor a lo que haces, todo lo demás sale bien”.
Al mirar atrás, no duda en afirmar: “Muchos piensan que la gelatina es solo un postre, pero no, para mí no es solo una gelatina. Es mi vida. Empecé con necesidad, con mi niña en brazos, y gracias a este camino hoy puedo decir que he construido todo lo que soy”.
Jeny, gracias por tu pasión, por tu amor que transformó los retos en oportunidades y porque nos diste oportunidad de ser parte de esta inspiradora historia.
¡Felicitaciones y que sigas construyendo esa vida que quieres para ti y tus hijas!